José
Luis Pérez Fuente
Escritor,
profesor, promotor cultural y crítico literario
Diego
Vadillo López es el hombre de las muchas “pes”: una persona polifacética,
politólogo, poeta, profesor, promotor cultural (además de otros oficios que no comienzan
por p: novelista, crítico de arte y literatura, ensayista…).
Él mismo es un personaje peculiar que
parece haber escapado del mundo ficticio de sus escritos. Es como si de repente
viéramos a Tomás Rodaja, protagonista de El
Licenciado vidriera, de paseo por la Gran Vía, observándonos; o como si
Mafalda, hecha carne y hueso, anduviera por Serrano reflexionando sobre las
vicisitudes vitales. Diego Vadillo es un personaje más de sus obras. En
realidad, no sabemos qué fue antes, si Diego Vadillo o sus obras.
Como novelista, ha publicado Voz
arrojada al vacío (2005), Utopía y Astigmatismo (2007),
El Planeta de los nimios (2013) y Don Hez Pecunia Dior y los hijos de Pauta
(2014)
Como ensayista tiene varias
publicaciones: La bolsa o la Lira
(2011), Lirismos de lo horizontal
(2011), Gómez de la Serna era trotskista
(2011), Quevedo, Valle, Umbral. El Eje
Barroco Español (2013) y Orfebrerías
de lo sublime (2014)
Como poeta, sacó a la luz en 2010 Burladeros de hojaldre. Y tenemos hoy el
placer de ver el nacimiento de su nueva obra La bruma consternada de los días .Poesía reunida (O-Kre, 2017). Es
un volumen en el que aparece recogido su primer libro Burladeros de hojaldre, además de Viaje a la piel y el deseo y Apocalípticos
y dopados (ambos poemarios inéditos).
El poeta que Diego Vadillo lleva dentro
es un ludópata de la palabra, un jugador empedernido del verbo hecho metáfora.
Dotado de gran capacidad de observación, que transforma la realidad en paisajes
de palabras y crea collages ideográficos en sus versos, transformándose en
imágenes surrealistas, subconscientes, cuando el lector las hace suyas.
La primera parte del libro, Burladeros de hojaldre es el diario
personal donde la voz del poeta nos habla de las contingencias vitales, de sus
inquietudes y nos presenta un cuadro, algo así como un “Jardín de las delicias”
de El Bosco donde se representa lo cotidiano y lo sublime como en un sueño. Los
burladeros de hojaldre parecen ser el dulce refugio de un alma sensible que se
atrinchera ante las embestidas que da la vida.
Destaco dos poemas, el primero y el
último del libro. Uno es la radiografía del poeta y el otro una tomografía del
desencanto existencial y social con agentes de contraste esperanzadores.
Tránsitos
Yo transité por trochas
tremebundas.
Distanciábanse inquinas a mi
lado;
se acercaban beldades a lo
lejos.
Bramaban acuciantes ansiedades,
que, bien me sorprendían en las
plazas,
envuelto por el vaho de
soledades;
bien por la más atroz de las
cunetas,
refugiado en albergues de
esperanza...
Muchas veces sentado sobre
albores;
tantas otras trajeado de
intemperie,
divisando cercanas lejanías;
atisbando lejanas cercanías...
Todo ese todo
Desolada sobre el adoquinado
piso de la ciudad
en silencio clamaba su dolor
ante la indiferencia de tantos transeúntes
encaminados
en pos de las perdices
que su felicidad les reclamaba.
Todo ese todo inmenso
cubierto por la nada;
todo ese todo incierto
(relleno con la masa
que discurre por el río de gentío
con su anclaje a problemas variopintos)
que, asumiendo la no existencia
de perspectivas, sigue mientras las
conciencias
ciegas y aciagas cercenan
el
bloque
cohesivo,
fraternal.
Pero
bueno, se asume, qué más da,
el todo
sigue...
Hace
frío en el hoy;
también
en el ayer,
pero
mientras exista vida habrá
que
volver nuevamente a la ilusión
así ha
de ser.
La segunda parte, Viaje a la piel y el deseo, es un canto al amor, a un ideal
femenino que cautiva el espíritu del poeta. Tan pronto nos eleva a los cielos
sublimes del amor ideal, como nos transporta al parqué bursátil donde se
cotizan las acciones de la pasión:
Abanicos de ensoñación
Tus manos y tus pies son
abanicos
de ensoñación,
así como tus senos
están llamados a acolchar
la caída de mi anhelo
sobre tu dulce presencia.
El IBEX-35 de tus encantos
Eres el gráfico de la dulzura,
tus rodillas repuntan como
índices bursátiles;
tu cuerpo,
trémulo de vaivenes,
por las oscilaciones de
la excitación,
y del vivir en general,
marca los cambios.
Fluctúa el índice gestual
de tus facciones cuando mis
acciones
cotizan
al alza.
También
hallamos, intercalados entre estos poemas, otros de carácter reflexivo:
Uranio empobrecido
Caen los seres
humanos y los años nos otorgan
la desfiguración de
las más audaces expectativas,
aquellas por las
que apostamos
de manera pura y
diáfana
en el ayer.
Hoy somos sólo un
grito en el abismo de la incomprensión,
en el adulterado
cieno de la sociedad civil;
en el amanecido día
con las luces de neón
a las que da vida
el uranio
empobrecido
de la impostura.
En la tercera parte, Apocalípticos y dopados, nos encontramos
de nuevo con el cuaderno de bitácora donde Diego Vadillo anota sus
especulaciones ante la trascendente ruta vital, mezcladas con ráfagas de amor,
cavilaciones poéticas, juegos de palabras y paisajes surrealistas:
La coz a ti debida
Anoche me sentí muy
vulnerable
de madrugada
y ya no pude
conciliar el sueño.
Muchas veces… las
insatisfacciones
son enterradas
bajo la almohada…
brotando en el
momento
en que una
circunstancia
cualquiera
nos pega en la
línea
de flotación.
Bajo el abrigo de
la inercia
en que transcurren
nuestras vivencias
se infiltran caries
en el alma
para las que no hay
endodoncia paliativa
ni extirpación
posible
mientras subsista
la memoria…
sí, esa que tantas
y tantas veces
nos incauta la
calma.
Las muelas del viento
Tu cuerpo era un campo minado
de potencial regocijo
en un atardecer ya casi
fenecido.
Yo quería ser el sheriff de
la acera de tus pisadas.
Tú cimbreabas tu cuerpo, y tu
pelo
me cegaba de viento y
capilaridad ante el crepúsculo.
Tú tuteabas al destino
tumbada sobre el césped junto a
mí,
porque habías olvidado el ayer,
que en ese momento convidaba
a los incautos a cafés
envenenados.
Cinco minutos te quise amar
eternamente.
Le
dolían las muelas al viento y te besé.
Empresas
La cultura no es
industria
aunque algunas
veces,
las menos,
se produzca el
feliz encuentro de ambas.
La Poesía, por
ejemplo,
se halla al margen
de todos los mercados
aunque también se
pueda
encontrar en ellos
algún sutil
reflejo.
A la Poesía
se llega muchas
veces a través de las crisis personales;
cuando uno
se pregunta si
queda un espacio para la esperanza.
Y eso es injusto,
porque supone el empleo
de la lírica
como purgante. No
tiene por qué
ser siempre la
literatura
tabla de salvación.
¿Por qué no disfrutar con ella
plenamente?
Ya vale de buscar
consuelos vanos cuando los días
de sol siguen
prometiendo luz;
cuando las avenidas hacia
horizontes nos llevan;
cuando ingentes
rutas de emoción
aguardan
a aquellos que las quieran
emprender.
Quedan espacios de esperanza,
espacios interiores,
que fueron quizá
obturados
por el miedo
de un
pesimismo coagulado en el entendimiento.
Por las fachadas del sueño
Por las fachadas del sueño se
movía
como un limpiacristales del
amanecer.
Sin-taxis libres en la noche
de las letras;
sin guantes libres,
a merced del acecho de los
temporales provocados
por la hostil gelidez del
interior;
ateridos los dedos de atar
mimbres,
mimbres que forjen el sofá
Enmanuelle
donde reposarán
las horas venideras y los días.
Añil consternación
Se me antojaba extraña la
ciudad.
Las mechas californianas del
amanecer
se exhibían majestuosas en
lontananza
en un invierno inédito y
agreste.
Un Madrid desolado y palpitante
se encargaba de desdramatizar
las pequeñas tragedias
cotidianas,
y yo tomaba autobuses hacia el
desencanto.
El paso de los años se imponía
con su impertinencia de verso
blanco.
Cuán difícil era ser verso
libre,
cuando todo era mero simulacro
transmitido en el formato
basura.
La boga exhibicionista lo
anegaba todo.
Todo se publicitaba para generar
un estupor y una inmundicia que
me hacían atrincherarme en
cierto íntimo pudor,
que creí perdido allá, en un
recodo
residenciado en el tiroriro del ayer.
Termina
el libro con unos poemas sueltos, algunos de ellos ya publicados en la
Antología “Poemarte. El reto de Calíope” en la que participó en el año 2016.
Para finalizar, voy a leer “Procesos” lo
que yo considero como un autorretrato que el poeta hace en su tercer libro Apocalípticos y dopados:
Procesos
A Ella nunca le era esquiva
la poesía.
A nuestro poeta a veces sí.
Y para calmar las ganas
escribía ensayo,
pero, entonces,
el ensayo le salía muy poético,
por lo que se había de dar
a la prosa lírica,
y si en esta se empezaba a
producir
un hermoso extrañamiento,
se tenía que poner
los hábitos de sastre
y con los aperos
característicos
empezaba a tomar medidas,
comprobando la posibilidad
de encauzar métricamente el
caudal lírico,
buscándole un talle grácil
o exótico,
para que bailaran las sílabas
en un ritmo
lo más acompasado posible.