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-DULCE VICTORIA PÉREZ RUMOROSO: Una terrible enfermedad: Envidiosis Aguda (Relato)

miércoles, 1 de marzo de 2017


UNA TERRIBLE ENFERMEDAD: ENVIDIOSIS AGUDA (Relato)

Dulce Victoria Pérez Rumoroso
Escritora

Había una vez una señora muy extraña. Llevaba muchos años viviendo sola y nunca salía de casa. No le gustaban las personas y nunca quiso tener amigos. Y aunque parezca increíble, detestaba a los niños.
            Nunca quería salir porque sabía que sus vecinos le saludarían educadamente y ella no los soportaba. De hecho, hacía la compra a distancia y mandaba que se la llevasen a casa, así no tendría que ver a nadie en el supermercado. Cuando el repartidor llegaba, la mujer abría la puerta lo estrictamente necesario. Lo miraba con el ceño fruncido y le daba su dinero bien contado, sin que sobrase ni un mísero céntimo.
            La gente que la conocía, decía que era una mujer muy extraña. Pues las pocas veces que la veían siempre tenía un gesto de enfado. Vivía amargada, y eso era muy triste.
            ¿Por qué esa señora era tan rara? Se preguntaban los niños y niñas cada vez que la veían... Nadie conocía la respuesta.
            Pero la mujer tenía un problema que no sabía la gente: veía en blanco y negro. Lo normal es que las personas vean a todo color, pero ella no. Cuando la señora miraba a su alrededor, era como si estuviese dentro de una película antigua. Era muy triste que no pudiera disfrutar de la alegría de los colores, pero así era...
            Recordaba que cuando era pequeña sí podía ver en color pero, no sabía en qué momento, su visión fue apagándose hasta perder todo el color de la vida. Ya no podía distinguir entre un jersey rojo y uno verde, ni el color de sus pantalones, ni siquiera el de la comida. No sabía si comía paella o arroz blanco... Si bebía vino tinto o blanco, si el semáforo estaba en verde o en rojo, ni si su pelo estaba castaño o cubierto de canas... Y todo así...
            Prácticamente se había acostumbrado a ver en blanco y negro pero, en los últimos días, parecía que estaba empeorando. Su visión se estaba transformando en negro. Nada más abrir los ojos parecía que estaba sumida en plena oscuridad, como si no los hubiera abierto. Apenas apreciaba los objetos. Lo veía casi todo de color negro, así que decidió que debería ir al médico. Odiaba salir de casa, pero esta vez tenía que hacerlo. Se estaba preocupando.
            Al salir, los vecinos la miraron. Viendo que tropezaba, pues apenas tenía visión, intentaron ayudarla, pero los miró con desprecio y ellos se alejaron. Los niños tenían miedo cuando pasaban cerca de ella y corrían a esconderse tras sus padres.
            Sin cambiar su gesto de enfado, la mujer continuó caminando hasta llegar a la consulta del médico.
            Se sentó en la sala de espera unos minutos y enseguida la hicieron pasar.

-Buenos días, cuénteme, ¿qué le ocurre? -dijo sonriente el médico. 

            La mujer lo miró desganada: no entendía por qué tenía que sonreírle si no la conocía de nada. Le explicó con detalle su problema de visión y el doctor comenzó a examinarla.
            El médico estuvo un buen rato haciéndole distintas pruebas y escribiendo un largo informe. Su sonrisa se había desvanecido.

-Siéntese aquí señora -dijo muy serio el facultativo-. Lamento decirle que usted tiene una enfermedad muy grave que afecta a buena parte de la población. Debo reconocerle que es bastante difícil curarse pero, con esfuerzo por su parte, le garantizo que puede conseguirlo. Debe ser muy perseverante y hacer de manera rigurosa todo lo que yo le mande. ¿Está usted de acuerdo?

            La señora estaba muy asustada, realmente no quería perder la vista puesto que, sin ella, ya nada le quedaría. Si solo viese en color negro, su vida sería aún más triste, siempre sola y sumida en la oscuridad más profunda. Así que asintió al doctor: estaba dispuesta a hacer todo lo que le mandase.

-Como le dije su enfermedad es muy común y por ello tiene tratamiento. Usted padece de ENVISIOSIS AGUDA. Este mal, no solo afecta a la vista, sino también al corazón.

            De pronto la señora miró al doctor muy alarmada:

-¿También padezco del corazón?
-Sí, pero no se asuste, es normal, está todo relacionado. Usted tiene una gran barrera negra que rodea y envuelve su corazón. Es tan tupida, que ya le afecta hasta a la vista y ya no le permite ver los colores alegres y brillantes de la vida, la luz, la felicidad... 
            Todos los síntomas apuntan a ello. Es una enfermedad de las más graves. Por ello debo recetarle lo siguiente:
1-Cada seis horas debe tomar un comprimido de "alegrinina" lo que le permitirá alegrarse del bien de los demás en lugar de sufrir cuando a uno de sus conocidos le salgan bien las cosas.
2-Cada ocho horas, debe tomar tres gotas de "solidaritina", de esta manera usted ayudará a toda aquella persona que lo necesite, sin importarle nada más que hacer el bien por ayudar a los demás. Verá cómo cuando lleve unos días de tratamiento, se encontrará mucho mejor consigo misma. Es muy gratificante.
3-Con cada comida, debe tomar una pastilla de "amabilina" que le ayudará a ser amable con las demás personas. Ya verá qué bien sienta esto, porque observará que los demás también son más amables con usted.
4-Antes de acostarse debe tomar medio comprimido de "respectofeno": esto le ayudará a respetar a los demás, ya sean niños, mayores, animales, naturaleza...
5-Una vez al día debe tomar una cucharada de jarabe "buenaeducación". Es muy importante que no se le olvide: de hecho, se recomienda este jarabe a muchas personas aunque no estén enfermas, pues siempre viene bien.
            Además de todo esto, debe hacer unos ejercicios. Son muy sencillos pero requieren mucha práctica. Cada hora, debe ponerse frente al espejo y sonreír diez veces. Puede que tras el primer día tenga agujetas, pues no está acostumbrada a hacerlo, pero ya verá cómo con la práctica le sale solo. Además, verá que los demás también le sonreirán, y eso será maravilloso.
            Con todo esto, le aseguro que, si lo cumple a rajatabla, se curará, si no, seguirá sumida en la más profunda oscuridad de por vida. La volveré a ver en quince días.

            Y así la señora volvió para su casa con una bolsa llena de medicamentos y dispuesta a que su vida cambiase, por su propio bien y el de su vista.
            Pasados los quince días, la puerta de su casa se abrió lentamente: era el día de la revisión. Los niños que pasaban cerca, corrieron hacia sus padres temerosos. La gente miraba inquieta esperando ver salir a la misma gruñona de siempre. Pero de pronto, algo muy extraño se escuchó. Era un sonido que nadie había oído hasta el momento, procedía de dentro de la casa. Era como si... No podía ser... era una melodía, ¡la señora estaba cantando! Y no solo eso, ¡salió de su casa bailando y dando brincos!

-¡Buenos días vecino!, ¡buenos días, vecina, que pase usted un excelente día! -decía la mujer a toda persona que se le cruzaba. 

            Los vecinos estaban totalmente boquiabiertos, nadie podía creer lo que estaba viendo. De pronto, la mujer vio un carricoche. Se acercó corriendo a él. Los papás de la criatura se pusieron nerviosos, estaban temerosos. Todo el mundo se quedó paralizado, en silencio. La mujer miro al bebé e introdujo la mano en el bolso. Algo iba a sacar. La gente se echaba las manos a la cabeza. De repente la señora sacó de su bolso un caramelo de envoltorio colorido y brillante y se lo ofreció al pequeño. La gente seguía sin creerlo. La mujer, volvió a meter la mano en su bolso y sacó un puñado de caramelos que arrojó al aire. De pronto los niños corrieron junto a ella para poder atraparlos. La mujer aplaudía y los niños reían.
            Nadie se podía creer lo que estaba ocurriendo. Donde siempre habían visto a una señora amarga y antipática, ahora veían a la persona más alegre y dulce del mundo.
            Nada más entrar en la consulta, al doctor no le hizo falta hacerle más pruebas, pues sabía que la mujer se había curado. Podía ver su sonrisa, la alegría de su mirada... Era otra persona. Desde aquel momento, la vida de la mujer cambió para siempre. Su vista había vuelto a la normalidad y por fin veía todo en color, pero lo más importante es que su corazón estaba libre de envidias y malos deseos hacia los demás y se había llenado de cariño y amor.

            La mujer estaba verdaderamente curada.
 
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