IMPRESIONES SOBRE MANUELA CARMENA
Diego Vadillo López
Escritor, profesor y crítico de Arte y Literatura
Hace poco se ha
cumplido el cuarenta aniversario de la terrible matanza del despacho de
abogados de la calle Atocha, un entorno en el que una serie de jóvenes
románticos ejercientes del Derecho ayudaban a todos aquellos trabajadores
desguarnecidos de jurídica defensa frente a las arbitrariedades de sus
empleadores. Entre aquellos jóvenes, vinculados de una u otra manera al
entonces ilegal Partido Comunista, se encontraba, como titular del despacho
donde acaeció el inenarrable suceso, la actual alcaldesa de Madrid: Manuela
Carmena, que tuvo la fortuna de hallarse reunida en otro emplazamiento cuando
los pistoleros irrumpieron en Atocha 55.
Rememoraba, días atrás, Carmena aquel
tiempo en el que un grupo de jóvenes empezaron a forjar una utopía sustentada
en lo que podríamos denominar socialismo real, pues no cobraban si no ganaban
los juicios y todos habían acordado asignarse el mismo sueldo, fuesen letrados
o meros limpiadores.
Bastantes de aquellas premisas parece seguir
portando doña Manuela, bajo cuyo gobierno se está empezando a dar la
posibilidad de directa participación en la adopción de determinadas decisiones
a la ciudadanía, como tiene que ser. También quedó puesta de manifiesto su
humanidad y bonhomía cuando se desmarcó las pasadas Navidades comprando los
juguetes del día de Reyes a aquellos niños que le comunicaron que estos no
habían acudido a sus domicilios, y lo hizo con su propio dinero, si bien
después tuvieron a bien compartir gastos el resto de miembros de su equipo.
Doña Manuela tendrá, como todos
tenemos, sus muchos defectos, pero entre sus más claras virtudes parece
entreverse una cierta propensión a obrar en muchos casos de manera acorde con
la más solidaria fraternidad.
Dentro de las dificultades
presupuestarias que obstaculizan la puesta en práctica de determinadas
políticas anunciadas, está empezando a otorgar otro cariz, más edificante, a la
municipal gestión que el que veníamos soportando.
Sin duda, fallos se cometen, y hay
gentes más competentes y honorables que otras en el actual equipo rector, pero
no me cabe la menor duda de que los presupuestos programáticos son del todo
bienintencionados, más allá de que se topen con aquellos otros, hoy exangües,
de índole económica.
Gente como Carmena nos están señalando
el camino hacia lo que habría de ser la nueva política en el futuro: una
política basada en la gestión directa de la cosa pública por los ciudadanos a
través de su voto respecto a una serie de propuestas a su vez emergidas del
interés común y puestas en liza por el circunstancial representante para su
direccionamiento según el mandato de la mayoría de votos.
Lo que está claro es que no se está
revelando una fórmula especialmente eficaz la de elegir a una serie de
representantes que se crean con una carta blanca para gestionar de la forma más
discrecional, terminando la propia política por ser más el problema que la
solución, que es para lo que en realidad existe. Es duro observar cómo con
frecuencia el grueso de la ciudadanía vive defendiéndose de la política, lo que
delata que vivimos en una anomalía, si bien asimilada con naturalidad más allá
de la dicción interjeccional de turno ante puntuales desvergüenzas
político-financieras aupadas a las tribunas informativas.
Así las cosas, veo que Manuela Carmena
está adoptando formas que pueden marcar pautas de por dónde han de evolucionar
los derroteros de una política más democrática en sentido etimológico.