Jaime
Plaza Val
Politólogo
Es habitual que todas las personas en algún
momento, no ya de su vida, sino en algún momento del día, haga una
retrospectiva de su situación en cualquier plano y deduzca que debido a tal
decisión sus circunstancias sean peores o más desventajosas que si hubiese
tomado otra decisión distinta. Es una reacción humana y comprensible, toda vez
que nuestra naturaleza tiende a ser inconformista; y la de ciertas personas más
aun y en más ámbitos de la vida; otras, sin embargo, quizá en aspectos
triviales, poco importantes, pero siempre queda algo de inconformismo en cualquier
naturaleza humana.
Al
hilo de las declaraciones que formuló Fernando Trueba tras recoger el Premio
Nacional de Cinematografía, y tras las polémicas que estas han suscitado,
quedan a las claras unas disconformidades en cuanto al plano identitario y a la
situación cultural de nuestro país. Puede resultar extraño que quien formula
esta disconformidad identitaria no proceda de alguna nación o región con
reivindicaciones de este tipo conocidas sino que lo hace desde la propia Villa
y Corte. Es por eso que en ese sentido me causan más atención y creo que son
dignas de ser puestas en valor.
Argumenta
algunas cosas que realmente no tendrían que generar tal revuelo.
¿Acaso
no tenemos que ser los propios seres humanos los que aceptemos quiénes somos y
qué queremos ser? ¿Tendremos que tender a contrastarlo con opiniones de
foráneos para saber qué somos como comunidad y en qué situación nos
encontramos?
Richard
Vaughan en una reciente entrevista a “El Nacional” expresaba su profundo amor
por España al tiempo que la definía como un “país de pandereta”. Nada parece
haber cambiado entonces desde la percepción de los transpirenaicos que tenía
Voltaire en “Candido”, o el optimismo de la del empresario norteamericano, o el
pesimismo con el que refería una crisis de valores patrios el cineasta, de
manera similar a la que ya exhibieran varios literatos noventayochistas. Cierto
que declaraciones como las de Trueba ayudan a despertar conciencias y a generar
crítica, pero a veces desde la necedad y el egoísmo de mis aciertos y de mis
errores seguiré debatiéndome en aspectos triviales y nimios para poder dar
salida a mi situación existencial.