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INSOMNIO POÉTICO (I)

sábado, 10 de diciembre de 2016

José Luis Pérez Fuente
Escritor y crítico literario
¿Cuántas obras de arte habrán sido concebidas bajo el influjo del insomnio? ¿Cuántas creaciones estéticas han impedido el sueño de los artistas? Seguro que muchas, más de las que nos imaginamos. El estado de excitación creativa es un generador de impulsos que estimula eléctrica y químicamente nuestro encéfalo, impidiendo que Morfeo se adueñe de nuestro cuerpo y, sobre todo, de nuestra mente.
Poco tiempo antes de que Santiago Ramón y Cajal comenzara el estudio del funcionamiento y de la estructura del sistema nervioso, ese que tanto tiene que ver con la vida inteligente, sensitiva y creadora del poeta, Gertrudis Gómez de Avellaneda compuso “Los duendes”, un texto que habla de esos espíritus traviesos que habitan en la noche de la razón y que causan tantas alteraciones y desórdenes emocionales:
Son, ¡oh cielo! son los duendes,
Que enemigos de mi paz
Cada noche, en turba inmensa,
Visitan mi soledad.
Son los duendes, que mi insomnio
Parece siempre evocar,
Para burlarme, aturdirme,
Volverme loca quizás. […][1]
Gertrudis imprime, al finalizar su largo poema –ciento cincuenta y seis versos–, un ritmo trepidante a través de una métrica corta, contrastando con el ansiado y tranquilo final del trance, que no es otro que el sueño:
Todo cesa…
Ningún ruido
A mi oído
Llega ya;
Todo calla,
Y el reposo
Silencioso
Tornará.
Ya benigno
 Vierte el sueño
 Su beleño
 Por mi sien,
 Y en sosiego
 Tan profundo
 Duerme el mundo…
 ¡Y yo también![2]
Curiosa paradoja formal, repetida de nuevo –de manera inversa– en otro extenso poema titulado “La noche de insomnio y alba”, que se inicia detallando la inmersión en el estado de vigilia con rítmicos bisílabos:

Noche
Triste
Viste
Ya,
Aire,
Cielo,
Suelo,
Mar.
Brindándole
Al mundo
Profundo
Solaz,
Derraman
Los sueños
Beleños
De paz;[…][3]
Para Gertrudis Gómez de Avellaneda, la noche en vela es un tormento donde los fantasmas se adueñan del silencio. Y compara las tinieblas nocturnas con la muerte o el sueño que nunca termina:
Mas, ¡ay!, que la noche oscura,
Cual un sarcófago inmenso,
Envuelve con manto denso
Calles, campos, cielo, mar.[4]



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