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RAÚL GALACHE GARCÍA: "LA VULGARIDAD Y EL DESEO" (CRÍTICA)

jueves, 19 de enero de 2017

LA VULGARIDAD Y EL DESEO

Raúl Galache García
Escritor, profesor y crítico literario

Crítica de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino,  de Diego Sánchez Aguilar. Editorial Balduque; 153 páginas.
Premio Setenil 2016

Cuando se constituye un jurado literario que entiende de estas cosas y se le deja elegir libremente, los certámenes tienen sentido. Así ocurre con el Premio Setenil, que se concede al mejor libro de relatos publicado en España durante un año, un galardón de creciente prestigio y que busca ser algo así como el "Óscar de los libros de cuentos". En la edición de 2016 el galardonado ha sido Diego Sánchez Aguilar por Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino. Se une así su nombre al de Alberto Méndez, Cristina Fernández Cubas o Sergi Pàmies, entre otros.
            Siete relatos dibujan, en conjunto, una suerte de jardín de la insatisfacción de la clase media española, una suerte de muestra impresionista en la que no se pretende encajar piezas a puñetazos, sino que las historias enciendan la consciencia y la reflexión del lector, si este así lo quiere, pues las narraciones son independientes entre sí y se puede renunciar tranquilamente a profundizar en ellas; buena señal cuando un autor es capaz de moverse con soltura en diferentes niveles de lectura.
            Los personajes de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino están atrapados en una tela de araña tejida por patas multiformes. Todos
—salvo el del último cuento, “El perfume”, que requiere análisis aparte— anhelan un deseo silencioso, que no ocupa otro espacio que el de su propia intimidad, pero que la abarca por completo. Sin embargo, tal deseo no se satisface, pues, en buena medida, está creado por anhelos que no son propios, que no brotan solamente de las necesidades o impulsos de los que los sienten, sino de un mundo de imágenes prestadas por la publicidad, la pornografía o el cine. En “Gemidos”, la segunda pieza del conjunto, se deja claro: “para Aselmo, estar enamorado son un montón de imágenes de comedias románticas que involucran a Julia Roberts, Scarlett Johansson, Kira Knightly, y otras actrices que salen en películas que ve en su sofá”. Anselmo es un tipo gris, un funcionario de Correos que queda prendado de una videoartista que ofrece en streaming un orgasmo diario, con la particularidad de que nunca se ve su cuerpo, solo se oyen sus gemidos. Anselmo idealiza a la artista y, creyéndose enamorado, decide unirse a ella por medio de orgasmos solitarios y, según él cree, compartidos. Así les ocurre a varios protagonistas de los cuentos. Son presa de figuraciones que se vuelven certezas.
            Francisco —en “Vecinos” —, cuyo matrimonio es una sucesión de monotonías, ansía las salvajes relaciones sexuales de sus vecinos de arriba, de las que solo conoce los gritos que ocupan la quietud de su habitación conyugal. Por eso, “hay una injusticia tremenda en el hecho de que no sea él quien esté arriba”. Aurora, recién divorciada, en el relato “Cuba”, viaja a la isla con sus dos mejores amigas. Ellas buscan cumplir los tópicos de un “viaje de chicas”, entre los que se incluye el goce de la carne mulata, pero la protagonista, de carácter sensible y apocado, no les confiesa la añoranza de cariño que oculta. Es Aurora, a juicio de quien esto escribe, el personaje más enternecedor del conjunto. Pero, a su modo, todos ellos lo son: treintañeros o cuarentones habitantes de una capital de provincia y de la soledad. Porque todos sufren el dolor de la incomunicación, el destierro al páramo de la vulgaridad. Quisieran otra vida que no es la suya, la que nunca podrá ser. Incluso, en algunos casos, como el de Paula en “Injusticia”, el otro anhelado es uno mismo, el que fue, el adolescente que se tragó el tiempo a bocados ansiosos, que se sintió vivo. Ese contraste entre la juventud y la madurez, entre la vida entera y la vida a medias, se muestra con destreza en “Anunciación de María”, donde un marido, que espera el regreso de su esposa bajo la angustia de los celos, ve cómo una pareja de chavales se devoran sin tapujos.
            Bien está todo lo anterior, pero el mayor logro de Sánchez Aguilar está en su prosa, en su labor de artesano de la oración. Un narrador omnisciente, siempre en la perspectiva del protagonista —o de los protagonistas en algún caso—, disecciona los estados de ánimo de los seres que habitan el libro. Lo hace con elegancia, manteniendo siempre un cuidado equilibrio entre lo que se dice y lo que intuye, entre lo explícito y lo erótico, entre lo vulgar y lo sutil; elegancia y buen hacer, en suma. Es la prosa de Sánchez Aguilar rica y matizada, acertada en las comparaciones —“una risa hacia dentro, como si la absorbiera a través de la pajita del mojito”, “como esos deseos concedidos por genios que se cumplen de maneras retorcidas y equívocas”— y directa en las narraciones; fluida y morosa: “ese suave roce callado, bajo la catarata de gemidos ajenos, violaba todas las reglas excepto la del silencio”. Por eso cada relato interesa desde que asomamos el ojo por la mirilla hasta que abandonamos la casa. El narrador, en una estructura de prolegómenos, intensidad y aterrizaje forzoso, se toma su tiempo, pero no desfallece en ningún momento. Gusta esa manera de contar alejada del acierto ingenioso o del microrrelato efectista que a menudo campan a sus anchas por las estrecheces del prestigio literario.
            Mención aparte merece “El perfume”, cuento que cierra el libro. Su protagonista, a diferencia de los demás, vive en Madrid, si bien querría hacerlo en Manhattan. Como sus compañeros de ficción, su vida está marcada por la soledad y por la incomunicación, pero algo le diferencia de ellos. Él tiene la vida que quiere. ¿En qué es especial?, ¿qué le hace superior a ellos? Es un publicista de éxito. Él es quien crea los deseos que embotellan a los demás, él es el hechicero de la tribu, el dios del Olimpo que juega con los mortales, el que pone el tapón a una botella a la que apenas entra oxígeno para respirar. Se establece, por cierto, una curiosa y jugosa conexión entre este protagonista y el de Acontecimiento, la última novela de Javier Moreno, comentada también en esta misma revista.

            Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino es, en fin, una autopsia emocional, una disección encendida, un tratado luminoso de unos pobres seres que reconocemos en nuestros compañeros de trabajo, en nuestros vecinos, en nuestra misma piel. Ellos están aquí, en este mismo lado del espejo. Abrir las páginas de este libro es colarse en sus vidas con la curiosidad secreta del voyerista, el interés del antropólogo y el deleite del lector que paladea la buena literatura.


 
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