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ALENXANDER ANCHÍA VINDAS: "EL SEMBLANTE DEL POETA" (ARTÍCULO)

jueves, 19 de enero de 2017

EL SEMBLANTE DEL POETA

Alexander Anchía Vindas
Poeta y narrador costarricense, profesor de la Universidad Autónoma de Centro América

¿Cómo imaginan ustedes que es un poeta en la posmodernidad?... ¿Qué semblante debería tener un poeta?...
            La sociedad posmoderna es prolífica en estereotipos, gusta de encasillar a las personas según su profesión. Así, ante alguien que ejerce como abogado, le presupondremos persona locuaz, diligente, bien vestida. Si se piensa en un periodista, probablemente concordaremos describiendo a alguien empático, con capacidad de entablar contacto con cualquier persona. En el caso de un vendedor, probablemente pensaremos en alguien simpático, que genera confianza, etc.
            En cambio, un poeta, si se asocia a que el poeta retrata en sí las vivencias personales y otras, probablemente se caería en el error de aseverar que los poetas siempre tienen una palabra en la boca, que son extrovertidos, reyes de los bares,  que son ávidos concertistas de trovas, amigos de compartir tragos alrededor de una buena conversación, que viven el momento, que son teóricos más que prácticos. A lo mejor si le preguntaran a alguna chica que cuál sería el poeta de sus sueños, aparte de pedir una serie de requisitos físicos, probablemente pediría que dicho poeta, para ser digno de su amor, aparte de escribir cosas bonitas, debería ser una persona interesante, extrovertida, tener temas de conversación; tendría que ser bohemio, arriesgado, aventurero y, a ser posible, el alma de la fiesta, es decir, pensaría que habría de atesorar esos y quizá aun más rasgos, siendo, en definitiva, alguien muy diferente a lo que suelen ser las personas convencionales.
            Es posible que muchas de esas características tenga un poeta en algún espacio de su vida o permanentemente y eso no implica que sea mejor o peor que otro.
            Cierta vez, leí un libro de Tim La Haye acerca de los temperamentos, según este autor venimos al mundo programados por los genes y nos comportamos según la información de nuestro ADN; el autor La Haye usaba la clasificación del médico antiguo Hipócrates para asociar las distintas personalidades en cuatro tipos. Además decía que las personas suelen escoger sus profesiones, oficios o vocaciones según tal predestinacion. Pues La Haye sugiere que las personas que suelen ser poetas, están muy alejados del prototipo descrito en líneas anteriores.  Para este psicólogo un poeta que triunfe debe provenir de un temperamento predominantemente flemático o melancólico, en cuyo caso se distancia de la personalidad que la sociedad puede establecer, mas pensamos que lo afirmado por La Haye no es completamente cierto.  Hay otros poetas que no son extrovertidos, ni cuentan chistes, ni son gentes populares con la que todos desean estar. Pero en una sociedad como en la que vivo, en donde las oportunidades relacionadas con el conocimiento de personas, contactos, posibilidades laborales están destinadas a la gente hábil, sagaz, extrovertida, amigable, simpática; no importan tanto sus valores, su conocimiento, experiencia, su rigor, su disciplina. Sería incomprensible e inimaginable que un poeta que no se ajuste a perfil de la sociedad sea exitoso y, lo que es aun más grave, que incluso se le considere un poeta, aunque escriba muy bien. Probablemente, muchos dudarían que el poeta introvertido, apartado y con aire melancólico sea quién escribió tales versos.
            Para el poeta venezolano Rafael Cadenas, el título de poeta es solo eso, como puede ser el título de médico, de abogado. El poeta es ante todo un ser que lucha, que tiene hambre, que cuando está enfermo engrosa la fila de emergencias de un hospital pidiendo atención; alguien que como todos tiene que salir día a día a este mundo convulso, hacerse un sobreviviente más, a veces competir con otros para su subsistencia. Su título no lo exime de lo cotidiano. Por cierto, nadie más alejado del estereotipo bohemio, extrovertido y hablador, que Cadenas, una persona a la que además de admirar por su poesía, admiro por su profundidad, agudeza, modestia y cercanía con la vida.
            He leído biografías de poetas que en vida se alejaron de ser personas populares, extrovertidos, fiesteras, bohemias y optaron por otra vida, tuvieron otro semblante, personas a las que la vida les costó mucho porque su arte no fue en dicha vida suficientemente reconocido; su don no los salvó de las puertas que no se abrieron ante su aliento, ni de la marginación. Poetas con la expresión agria en el rostro producto de la dureza de la vida. Sin embargo, su arte es magnífico y perdura, ¿quién podría decir que tras los rostros de Pizarnik, Odio, Hierro y muchos otros poetas más, no se esconde un magnífico arte? Aún hoy hay gente que no le presta atención a un artista solo por no tener un semblante ajustado al estereotipo.
            Saber si un poeta es bueno o malo, no depende de su semblante o de su vida privada llena de amistades, de fiesta, de simpatía; depende esencialmente de su profundidad, de su rigor, de su forma de convivir con la soledad y con sus fantasmas, con su capacidad de traducir el asombro y las maravillas y expresarlas en palabras.
            Sin embargo, para usted, ¿qué semblante debería tener un poeta digno de su lectura?



 
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