Carlos
Sala nos ofrecía unos días atrás en La Razón un interesante reportaje acerca de lo difícil que
ha sido siempre lograr un cierto éxito en el mundo literario, y de cómo muchos
grandes de las letras han llegado a serlo a base de tesón y de capacidad de sobreposición al
rechazo:
“Jack
London, autor de «La llamada de la selva» o «Comillo Blanco» guardó las 600
cartas de rechazo antes de que le publicasen su primera historia. Robert M.
Pirsig tiene el récord Guiness de rechazos, 121, por su libro «Zen y el arte
del mantenimiento de la motocicleta». Todos los editores anglosajones
rechazaron «El amante de Lady Chatterly», de D. H. Lawrence, obligándole a
publicarlo él mismo en Florencia. En 1959, 30 años después, lo recuperó Groove
Press vendiendo millones. «Raíces», de Alex Haley, ha vendido más de 8 millones
de libros, pero su autor obtuvo antes 200 rechazos consecutivos. «Dublineses»,
de James Joyce, tuvo 22 rechazos, pero se publicó. Eso sí, sólo vendió 379
copias el primer año, y 120 los compró el propio Joyce.
La
historia de la edición se fija más en los errores que en los aciertos, pero
demuestra una cosa, que lo único que distingue un gran escritor a uno amateur
es su obstinación en seguir intentándolo. «Descubrí que los rechazos no son al
fin y al cabo una mala cosa, Enseñan al escritor a confiar únicamente en su
juicio y gritar con todo tu corazón, “al diablo con vosotros”», dijo Saul
Bellow, autor de cumbres como «Herzog» o «El legado de Humbolt» y premio Nobel.
Los rechazos fortalecen, sí.”
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