El
arte no solo comprende a los artistas y al público, sino que entre ambos se
mueve una pléyade de intermediarios y gentes vinculadas a los primeros con una
más o menos honorable conducta pero, en cualquier caso, necesarios para que el
engranaje se mueva.
Juan Tallón firmaba ayer 26 de agosto
un interesante reportaje en El País (página
29) acerca de dos libros que abordan la trayectoria en el mundo del arte de la
ya mítica coleccionista Peggy Guggenheim y del subastador Simon de Pury
respectivamente, magnífica excusa la de los volúmenes editados aludidos por
Tallón para referir la trayectoria de tan insignes “acompañantes del arte”.
“No siempre bastan los artistas para
empujar el arte. A veces se necesita a alguien dispuesto a hacer lo que sea por
sus obras. Peggy Guggenheim (Nueva York, 1898, Camposamplero, Italia, 1979),
coleccionista y amiga de los grandes vanguardistas afrontó uno de esos momentos
en 1940. […]/ […] Simon de Pury (Basilea, Suiza, 1951), quien comenzó como
recepcionista sin sueldo en Sotheby’s, y un día acabó dirigiendo su oficina para
Europa. Entre un hito y otro, en los setenta y ochenta ejerció ‘el empleo
supremo del mundo del arte’: conservador de la colección del barón Heinrich
Thyssen.”
Y no dejamos el mundo del arte de
vanguardia, pues en la página siguiente del mismo diario figuraba una noticia
sobre Ramón Gómez de la Serna, y es que la Biblioteca Nacional ha adquirido
1700 manuscritos de dicho autor, materiales obtenidos del despacho que tenía en
Buenos Aires cuando se exilió al estallar la Guerra Civil. Un gusto saber que ese
magnífico material, compuesto por apotegmas, greguerías y escritos epistolares,
hallará tan inmejorable acomodo.