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Siete poemas de Domnita Neaga

viernes, 6 de noviembre de 2015

DOMNITA NEAGA

Introduction and comments by Diego Vadillo López


Tengo el gusto de presentar por primera vez traducidos al español, una serie de poemas de la gran versificadora rumana Domnita Neaga, una poetisa, a tenor de lo que a continuación se puede leer, anclada líricamente a la nostalgia, al recuerdo, a la soledad rememorativa… Nos refieren las piezas que aquí incluimos una serie de estados del alma contextualizados en sugerentes reductos unipersonales que evocan pretéritas vivencias, remembranzas de variado tinte sentimental. También la propia poesía es objeto de metapoética atención.

Pasamos a continuación a ofrecer siete deliciosos poemas de Domnita Neaga:

Lo que más me fascinó cuando leí por primera vez estos poemas fue la fuerza de algunas de las imágenes manejadas por Neaga, como cuando refiere la intrínseca sensación que le produce un sentimiento amoroso: “tu amor me abraza como una enfermedad;/ un miedo loco/ por mis huesos se licúa…”.




Tú  sombra


Te quiero; después de tanto tiempo  
tu amor me abraza como una enfermedad;
un miedo loco
por mis huesos se licúa
cuando tengo en mis brazos
tu suave sombra, proyectada
por un rayo lunar.

Mis libros… no los he escrito yo,
sino tú, en aire del eterno verano.
Tus fantasías,
cual laboriosa alumna,
transcribí
mentalmente
con cautivada caligrafía.

Aún te quiero, tras las porciones de siglos transcurridas,
y quiero que lo sepas.
En el tiempo pasado
dejaste una página blanca, luminosa,
que habrá de ser releída jeroglíficamente,
de manera aplicada;
sin final y sin comienzo.


Lo cósmico, la inconmensurabilidad… son recursos muy empleados por nuestra poeta, quien asimismo hace uso de la imagen del barco que navega un sugerente e incierto mar en muchas de las piezas.



Flores desmoronadas


Los vientos nos enfrentan como a un enemigo;
acabamos extraviados lejos, en remotas orillas;
como las flores desmoronadas
por el otoño
perdemos muchas hojas
sin darnos cuenta.

Espero a que venga un barco desde la lejanía,
el cual me transportará a tu lado,
lo más cerca posible,
pero en el horizonte
no puedo verte.
Entre nosotros hay infinitas calles inundadas.
Vivimos en el mismo planeta;
tú eres el Polo Norte; yo el Sur.
Un amor perdido, centrado
en la otra vida;
probamente somos
dos planetas inexplorados…

El tiempo nos dividirá
entre millares de años luz
ahora y para siempre,
de manera incesante, como una penitencia.
El dilema es:
¿Quién de nosotros tiene la culpa?


Otros rasgos característicos, recurrentes y conformadores, en definitiva, del universo simbólico de Domnita Neaga son la locura (no en vano se vislumbra un trasfondo erasmista, consciente o inconsciente, pues las referencias a ese estado de enajenación no desprenden peyorativa tintura, sino que queda vinculado a la romántica pasión, al sentimiento a flor de piel), lo onírico, la sublimación de lo gastronómico, los pétalos…



Vidrieras


¡Aun pienso en ti,
Santa Locura,
pese a todos los años perdidos
en las sombras del campo!

Te espero cuando el cielo
se abraza con la tierra,
lejos, en los márgenes del mundo,
en una mesa preparada
con copas de buen vino
y trozos de pan de centeno,
para que la cena
no sea pobre ni amarga.

He pagado por las viandas
todos aquellos anhelos que, seguro,
has olvidado
entre los manuscritos.
Algunas veces pagué
con los pétalos de mis sueños,
puesto que no los necesitaba
entonces
y no sabía qué hacer con ellos.
 

… los pétalos vuelven a aparecer en este otro poema, y aparecerán más, ejerciendo la función de símbolo de la fútil belleza, de la belleza fácilmente desmoronable, símbolo en definitiva de la fugacidad. Vinculadas con lo vegetal están las hojas que conforman en el poema que sigue la sábana, quizá símbolo de una otoñal pasión, imperecedera toda vez que se alude al cuerpo de sal del anhelado partenaire, pues la sal es símbolo de inmortalidad y sufrimiento a un tiempo, sensaciones que transmite, en cierto modo Privilegio.



Privilegio


Te esconderé aquí,
tras mis sábanas
de hojas
y de calor olvidado tras tu marcha de mi lado.
¡Se esconderá tras el cansancio
tu cuerpo de sal!

Ponme otra vez un CD
con buena música,
no esperes ni un mes más,
ni una semana…
Mejor escríbeme
una carta
como una flor crucificada
con los pétalos
de todas tus mentiras…

Y no me digas nunca:
My Love!”,
porque entre nosotros no hay nada
después de tanto tiempo.
¡Más despacio…!


Con lo onírico emparenta el siguiente poema. Nos conduce Arenas movedizas a un surreal lodazal. Nos hace sentir Neaga la angustia que refiere merced a la eficacia de sus plásticas imágenes. Aparecen nuevamente las referencias navales y marítimas.


Arenas movedizas


Tropiezo por las noches con la densidad
como contra un viscoso pegamento.
Intento liberarme,
pero quedo más atrapada
en la escoria de arenas movedizas.

Paso de ese lugar
a otro con piedras
que retumban como los granos de maíz
contra los montes
transformándose en lava encendida.
Intento llegar  a la superficie
pero la caldera sísmica lo absorbe todo…

Floto a la deriva
muy lejos de la orilla,
cada vez más lejos
sobre la viscosidad más espesa
en un barco…


La soledad vuelve a atracar en el puerto del siguiente poema. La ausencia de la llave representaría esa falta de completitud. Brota la soledad de manera encandiladoramente conmovedora en los versos que aquí abajo se despliegan.



No hay nadie


No hay nadie que me abra la puerta
a mí, que siempre la tengo abierta;
he perdido la llave,
o alguien me la ha robado,
pues recuerdo haberla tenido en mi poder…

Necesito la llave
porque adentro es cuando soy más yo,
sin plata, sin oro, sin tesoro…
solo un racimo de poemas
que ordeno en uno u otro lado
y a los que sacudo el polvo.

Nadie no me toca la ventana
de la planta tres…

Hago un café para los amigos;
ellos me mandan una noticia
en el último momento
mediante una paloma mensajera
diciendo que tienen que irse
en un instante, sin maletas,
así que no tengo que esperar a nadie…

Ya me esperarán ellos;
no tengo por qué tener cuidado;
me relajo por tal motivo.
No hay nadie…


La soledad y la imagen de los pétalos brotan nuevamente en este último de los poemas aquí traídos. Y es que un trasfondo existencial otorga aroma idiosincrásico a la poesía de Domnita Neaga, quien proyecta determinadas intrínsecas cuitas hacia los parajes del más sugerente lirismo



Aplazamiento


Apretó los pétalos de las flores
por el talle de la sombra delgada
que una vez fui.
Los ángeles se han olvidado de mí
y he caído en un sueño
tedioso y eterno…

Por mi tejado
camina con paso misterioso
una gata inocente;
cuento el ritmo de sus pasos,
las horas, los minutos…
esperando la llegada de la sentencia
que irremisiblemente habrá de llegar.

Huyó de mi interior el pensamiento,
que ahora viaja desembarazado
bajo la calidez lunar,
bajo una gran bóveda
que no es mía,
sino propiedad del mundo…


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(*) Las fotografías que ilustran los poemas han sido realizadas por Diego Vadillo López, que ha tenido a bien titularlas como los poemas a los que acompañan.

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