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EN RECUERDO DE PABLO ANGULO

lunes, 31 de octubre de 2016

Ha salido a la luz el número 36 de la revista Sfera Eonica, correspondiente a octubre de 2016 y en ella se ha incluido un emotivo recuerdo por parte de nuestro colaborador Diego Vadillo López del malogrado pintor y escultor Pablo Angulo, a quien tuvo ocasión de conocer durante una entrevista en su taller con el objeto de recabar datos para su Tesis Doctoral.

Pablo Angulo y Diego Vadillo López durante la entrevista
que el segundo realizó al gran artista plástico
Pablo Angulo muestra una de sus obras al pastel
Reseña de Diego Vadillo López en recuerdo de
Pablo Angulo publicada en el nº 36 de la revista" Sfera Eonica"

En recuerdo del artista plástico Pablo Angulo

Diego Vadillo López

[Publicado en la revista Sfera Eonica, nº 36, octubre de 2016, p. 10]

Conocí a Pablo Angulo el día 13 de mayo de 2013 por la tarde en su taller de la madrileña calle Valderribas. Me cité con él a instancia del también artista Benito Lozano, a quien ya había entrevistado en el marco del trabajo de campo para mi tesis doctoral, toda vez que me interesaba conocer de primera mano las consideraciones de las gentes dedicadas a las artes plásticas acerca de la relación del artista contemporáneo con los oficios tradicionales.
        Angulo me recibió muy amablemente, solícito por demás cuando de atender a las preguntas que le iba a formular se trataba. Y ciertamente me aportó muy interesantes reflexiones en aquel diálogo, pues concebía su dedicación de una manera muy profunda, no en vano se había criado en una atmósfera muy artística, al ser hijo del célebre escultor José Torres Guardia.
        Me apuntaba que no sabía dónde se podía hallar el arte ni qué era ser artista en términos genéricos, optando por considerarse cosas más precisas y constatables como pintor, escultor o, sobre todo, dibujante. También me decía que llegó al mundo del arte a raíz de atravesar por una serie de “circunstancias vitales”: “por desafectos, por depresiones, por tristezas…”, pero lo que él en verdad quiso ser antes de decantarse por la práctica artística fue escritor: “quise ser escritor y me di cuenta, afortunadamente, un día de que no sería capaz; de esto sí soy capaz, es un trabajo que concibo y que puedo realizarlo”.
        Se sorprendió un día casualmente comprobando sus propias capacidades y destrezas artísticas, sus potencialidades, cuando vio que podía “dibujar con la materia”, controlándola y llevándola allá donde deseaba.
        También me apuntó Pablo Angulo que para él resultó fundamental una primera aceptación por el pintor Pepe Díaz de cara a afianzarse como artista plástico.
        Y una vez decantado hacia dicha deriva, me aseguraba que sentía la artística dedicación como una profesión, como un oficio, remarcando asimismo la importancia de la sistematicidad y la disciplina.
        No obstante, Angulo nunca se encontró muy alejado del arte, pues había desempeñado anteriormente trabajos afines, como el de diseñador gráfico, elaborando carteles de rock o portadas de discos.
        En aquella agradable tarde en su acogedor taller, se lamentaba nuestro artista del autoritarismo con el que en la actualidad está manejado el arte: “la pintura ha tenido muchos problemas —me decía—, porque hay unos mercados que se deciden por unos pocos, que son los que concluyen hacia donde camina toda la historia y les va bastante bien, porque, además, vivimos en una época de modas”.
        Angulo, conocedor o presentidor, mejor, de ciertas esencias de la práctica artística, no renunciaba a mantenerlas vivas en su creativo proceder. Reivindicaba en el artista “el placer de trabajar” y, aunque consciente de dónde están los límites del arte, le otorgaba una trascendencia que lo separaba de otros rudimentos de la vida: “creo mucho en que por la inframateria nazcan cosas y creo muchísimo en la magia de la pintura… y en un dibujo de nada… creo muchísimo. Un dibujo no va a salvar el mundo ni va a cambiar las ideas de nadie, pero yo creo en esa magia todavía…”.
        A lo largo de aquella tarde obtuve ideas muy sustanciosas que, a la postre, trasvasadas a mi doctoral trabajo, me fueron muy útiles; también obtuve magníficos documentos gráficos de su taller, en el que todos los flancos denotaban el oficio que esconden las maravillas de esa creatividad que acostumbra a ocupar los diversos recintos donde se expone el arte.
        Antes de despedirnos, Angulo me obsequió un ejemplar dedicado del libro al que había aportado las ilustraciones que acompañan a los textos de Andrés Barba, el Libro de las caídas (Grabaciones Necesarias, 2006). Quedamos en que en otro momento nos volveríamos a entrevistar para colaborar en algún proyecto. Pasó el tiempo y yo seguí embebido en otra serie de cuestiones que acaparaban mi tiempo y dedicación, y cuando un conocido común me enteró no hace mucho del fallecimiento de Angulo en 2015 quedé consternado, no pudiendo menos que lamentar tan luctuoso desenlace, máxime tratándose de un artista tan joven y talentoso, del que tan buen recuerdo albergo pese a nuestro breve encuentro.
        Quede este escrito como homenaje a la memoria de Pablo Angulo.
 
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