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La transformación y vigencia de Scrooge.

viernes, 23 de diciembre de 2016


Alexander Anchía Vindas
Escritor. Profesor de la Universidad Autónoma de Centro América.


“Mientras haya en la tierra un niño con hambre habrá un Scrooge detrás que explote a otros”. Coloco esa primera afirmación parafraseando a una famosa canción del cantautor José Luis Perales, quien es muy prolijo en canciones navideñas.
            El “Cuento de Navidad” de Dickens nos pone de cara a lo que debe ser una verdadera celebración navideña, como importante rescate de la simbología cristiana de esta época. Dickens escribió este clásico que trascendió eruditos y gente sencilla; a ricos y a pobres, a ingleses y a distintas personas en el mundo y  hoy más que nunca cobra vigencia en un mundo posmodernista, anarquista, aislado y ante todo egoísta.
            ¿Dónde tendríamos que buscar hoy a Scrooge? Pues en medio de los corazones solitarios que para existir necesitan apresurarse a los centros comerciales, a los “moles” a abalanzarse sobre otros por una pantalla, una computadora portátil, una “Tablet” y tantas cosas de las que la tecnología nos hace esclavos. Todos los que habitamos las urbes posmodernas y destaco mi pequeña gran urbe: San José, donde la gente camina desapegada, desconfiada, con ganas de no saber de nada ni de nadie, más que de sus propias necesidades. Las historias que nos propone el “Cuento de Navidad”, surgen a nuestras orillas, solo basta con levantar la cabeza y abrir el corazón para darse cuenta del indigente que escarba un poco de sobras en un basurero, en el paralítico a quien sacan de su cómoda cama para ponerlo con cara de lástima a recoger unas pocas monedas. Del encantador tipo que se sube a un bus con una guitarra y ni si quiera un aplauso digno recibe, etc.  “Muchos Scrooge viajan o van sin percatarse de lo indispensable”


            Por ello hoy en el posmodernismo, más que nunca está vigente el mensaje del “Cuento de Navidad”; si usted, mi estimado lector, no es creyente en Dios, al menos concordará conmigo en decir que la Navidad debería ser un tiempo para ser éticamente responsable, contribuyendo a hacer mejor este mundo loco que nos rodea.
            Los fantasmas que persiguen a Scrooge siempre serán los mismos; en tanto el ser humano no descubra otras dimensiones y nuestro mundo tenga la limitación del tres. Dickens hace una radiografía general en ese personaje odiado de qué es un ser humano.  Para llegar a ser un buen escritor, Dickens optó por vivir el momento,  dejarse llevar y disfrutar de los placeres de la vida a veces en exceso, pero se acercó a la miseria; dijo Facundo Cabral en una de sus canciones: “Me gusta ser amigo de los ladrones”. Es a partir de encarnar un rol de sobreviviente que Dickens logra extraer lo mejor de muchos personajes y planteárselos al avaro de Scrooge en tres fantasmas.
            El fantasma de la Navidad pasada refleja las frustraciones, maltratos recibidos y también los desprecios, desaires, hipocresía y tantas respuestas que distan mucho del bien común al que estamos llamados, tristemente el pasado no se puede cambiar y nos atormenta, o nos hace arrepentirnos de cosas que hemos hecho o no hemos hecho, el pasado siempre nos acompañará hasta la muerte, para deshacernos de él lo mejor es tener un cambio de actitud, para que el pasado en unos años sea más llevadero.
            El fantasma de la Navidad futura, si viviera Camus lo definiría cercano al absurdo. Aquello por lo que nos morimos por controlar sin lograr hacerlo, por mirar e intentar vivir un futuro que siempre nos es esquivo, atropellamos y quitamos a quien nos salga al paso. El problema es que empeñamos el presente de mala salud de estrés, con malas acciones por situaciones o cosas que nunca llegarán tal como las quisiéramos y si se acercaran bastante a  nuestro ideal, posiblemente nuestras fuerzas estén tan mermadas que no seamos capaces de disfrutar las cosas, o terminen disfrutándolas otros, como dice un dicho popular: “Nadie sabe para quién trabaja”.
            Nos queda solo el fantasma de la Navidad presente, de la Navidad de hoy: con nuestras manos dar un abrazo, una mirada, una palabra de aliento, hacer algo que realmente nos ponga en sintonía con el sentimiento navideño.
            En lo personal aprovecho para invitarles a leer esta gran obra de la literatura universal o al menos ver alguna versión que nos ponga a pensar, les dejaré la que vi cuando era niño y que me inspiró durante mi infancia. Me despido no sin antes desearles a todos ustedes, estimados lectores: “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo”.  ¡Dios los bendiga a todos!






 
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