Alexander Anchía Vindas
Escritor. Profesor de la Universidad Autónoma de Centro América.
“Mientras
haya en la tierra un niño con hambre habrá un Scrooge detrás que explote a
otros”. Coloco esa primera afirmación parafraseando a una famosa canción del
cantautor José Luis Perales, quien es muy prolijo en canciones navideñas.
El “Cuento de Navidad” de Dickens
nos pone de cara a lo que debe ser una verdadera celebración navideña, como
importante rescate de la simbología cristiana de esta época. Dickens escribió
este clásico que trascendió eruditos y gente sencilla; a ricos y a pobres, a
ingleses y a distintas personas en el mundo y hoy más que nunca cobra vigencia en un mundo
posmodernista, anarquista, aislado y ante todo egoísta.
¿Dónde tendríamos que buscar hoy a
Scrooge? Pues en medio de los corazones solitarios que para existir necesitan
apresurarse a los centros comerciales, a los “moles” a abalanzarse sobre otros
por una pantalla, una computadora portátil, una “Tablet” y tantas cosas de las
que la tecnología nos hace esclavos. Todos los que habitamos las urbes
posmodernas y destaco mi pequeña gran urbe: San José, donde la gente camina
desapegada, desconfiada, con ganas de no saber de nada ni de nadie, más que de
sus propias necesidades. Las historias que nos propone el “Cuento de Navidad”,
surgen a nuestras orillas, solo basta con levantar la cabeza y abrir el corazón
para darse cuenta del indigente que escarba un poco de sobras en un basurero,
en el paralítico a quien sacan de su cómoda cama para ponerlo con cara de
lástima a recoger unas pocas monedas. Del encantador tipo que se sube a un bus
con una guitarra y ni si quiera un aplauso digno recibe, etc. “Muchos Scrooge viajan o van sin percatarse
de lo indispensable”
Por ello hoy en el posmodernismo,
más que nunca está vigente el mensaje del “Cuento de Navidad”; si usted, mi
estimado lector, no es creyente en Dios, al menos concordará conmigo en decir
que la Navidad debería ser un tiempo para ser éticamente responsable, contribuyendo
a hacer mejor este mundo loco que nos rodea.
Los fantasmas que persiguen a Scrooge
siempre serán los mismos; en tanto el ser humano no descubra otras dimensiones
y nuestro mundo tenga la limitación del tres. Dickens hace una radiografía
general en ese personaje odiado de qué es un ser humano. Para llegar a ser un buen escritor, Dickens
optó por vivir el momento, dejarse
llevar y disfrutar de los placeres de la vida a veces en exceso, pero se acercó
a la miseria; dijo Facundo Cabral en una de sus canciones: “Me gusta ser amigo
de los ladrones”. Es a partir de encarnar un rol de sobreviviente que Dickens
logra extraer lo mejor de muchos personajes y planteárselos al avaro de Scrooge
en tres fantasmas.
El
fantasma de la Navidad pasada refleja las frustraciones, maltratos recibidos y
también los desprecios, desaires, hipocresía y tantas respuestas que distan mucho
del bien común al que estamos llamados, tristemente el pasado no se puede
cambiar y nos atormenta, o nos hace arrepentirnos de cosas que hemos hecho o no
hemos hecho, el pasado siempre nos acompañará hasta la muerte, para deshacernos
de él lo mejor es tener un cambio de actitud, para que el pasado en unos años
sea más llevadero.
El fantasma de la Navidad futura, si
viviera Camus lo definiría cercano al absurdo. Aquello por lo que nos morimos
por controlar sin lograr hacerlo, por mirar e intentar vivir un futuro que
siempre nos es esquivo, atropellamos y quitamos a quien nos salga al paso. El
problema es que empeñamos el presente de mala salud de estrés, con malas
acciones por situaciones o cosas que nunca llegarán tal como las quisiéramos y
si se acercaran bastante a nuestro
ideal, posiblemente nuestras fuerzas estén tan mermadas que no seamos capaces
de disfrutar las cosas, o terminen disfrutándolas otros, como dice un dicho
popular: “Nadie sabe para quién trabaja”.
Nos queda solo el fantasma de la Navidad
presente, de la Navidad de hoy: con nuestras manos dar un abrazo, una mirada,
una palabra de aliento, hacer algo que realmente nos ponga en sintonía con el
sentimiento navideño.
En lo personal aprovecho para
invitarles a leer esta gran obra de la literatura universal o al menos ver
alguna versión que nos ponga a pensar, les dejaré la que vi cuando era niño y
que me inspiró durante mi infancia. Me despido no sin antes desearles a todos
ustedes, estimados lectores: “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo”. ¡Dios los bendiga a todos!