A tenor de cómo ha bregado
Rafael Nadal el tiempo que ha durado su participación en las Olimpiadas de Río
2016, puede resultar obvio y reiterativo el manifestar la emoción que nos puede
suscitar su comportamiento en la pista, ya que ha tocado la gloria y ha sufrido
su envés, no en vano el revés de las circunstancias muy habitualmente puede ser
más letal que el del más diestro tenista en la ejecución de dicho golpe de
pelota.
A Rafa Nadal no solo no se le
puede nunca reprochar nada como deportista, muy al contrario, pues se vacía en
cada envite. Aquel que se asome a sus partidos solo puede emocionarse viéndole
conseguir éxito tras éxito a cambio de pagar una dura factura física y vital.
Eso ya es emocionante, pero en esta ocasión queremos traer otro motivo para la
emoción: la columna que el también campeonísimo Gustavo Kuerten escribió sobre
él en el Diario As (15-8-2016, p. 19), resaltando el espíritu olímpico y el tesón
del de Manacor; en dicho texto decía cosas como las que aquí traemos: “Rafa
Nadal es el ejemplo más grande del espíritu olímpico que tenemos en el tenis.
[…] Un deportista que ya ha conquistado todo, que tiene la vida resuelta, que
hizo de abanderado de España con la máxima ilusión y se ha predispuesto a
comprometer su mejor rendimiento hacia dos medallas. […]/ […] Como exjugador y
fan del tenis, tengo que dar las gracias a Nadal por el ejemplo que ha dado
aquí en Río de Janeiro. […] Yo me he puesto en pie para aplaudirle, y mucha
gente hizo como yo. Rafa se lo merece”.